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Cuba en Sucesión

La Corrupción y los cazadores

Estaba en la guardia combativa, en San Antonio de los Baños, cuando recibí la orden de "Macabí" (indicativo del Puesto de Mando «P.M.» para la aviación de transporte y helicópteros) de posición uno, arranque y despegue. De inicio me resultó chocante, puesto que un helicóptero no es un caza interceptor y normalmente recibe indicaciones previas antes del cumplimiento de una misión. No obstante, los tripulantes pensamos que podía tratarse de una misión de Busqueda, Salvamento y Rescate (BSR) y que debido a la posible situación existente, no hubiera tiempo para tal cosa. No obstante, la escuadra, que normalmente acompaña a la tripulación durante éstas misiones de BSR nunca llegó a la posición de la guardia combativa.

El P.M. no nos dió ni autorización para dirigirnos a la pista 23 de San Antonio y nos autorizó el despegue desde la misma posición del refugio (refugio abierto por supuesto). Una vez en el aire, como si fuésemos un avión interceptor nos ordenaron establecer un rumbo. En la medida que el tiempo transcurría, la situación se iba tornando más extraña y ante el temor de perder la comunicación, solicitamos del P.M. instrucciones. La respuesta fue más intrigante aun: "Cuando lleguen al punto. Estableceran comunicación con ustedes, por ésta misma frecuencia". Efectivamente, al cabo de cierto tiempo de vuelo, llegamos a un punto al sur de la provincia de Pinar del Rio. Más exactamente en la costa sur de la provincia, entre los pueblos de San Cristobal y Candelaria.

Efectivamente y para sorpresa nuestra, al llegar a un punto entre tierra firme y los mangles característicos de la zona, nos llamaron por nuestro indicativo, señalándonos hacia donde debíamos dirigirnos. Manteníamos un nivel de vuelo de 300 metros sobre el terreno y nos ordenaron descender. Al ver que se levantaban gran cantidad de pájaros, decidimos incumplir la orden y mantener la altura de vuelo. De esa forma dimos varios pases en diferentes direcciones y siempre nos ordenaban descender y nosotros respondíamos que no era prudente, dada la cantidad de pájaros que había en la zona. Por último nos dieron la orden de aterrizar al lado de una casa donde habían varios automobiles y jeeps militares. Se nos acercó un oficial con uniforme del MININT y nos dijo que Almeida y Guillermo (Juan Almeida Bosque y Guillermo García Frías, ambos Comandantes de la Revolución) estaba furiosos porque nosotros no queríamos volar rasante y los patos en lugar de ir hacia ellos, volaban en dirección opuesta. Podrán imaginarse las caras que pusimos los miembros de la tripulación. De aviadores, por obra y gracia de dos de los dirigentes vitalicios, nos habíamos convertido en ESPANTAPAJAROS. Como jefe de la trpulación me negué a continuar realizando dicho vuelo por considerarlo una violación de las medidas de seguridad y regresámos al aeródromo, donde tuve que realizar un extenso y pormenorizado relatorio de cuánto había acontecido desde el momento en que nos dieron Posición uno.

En los días sucesivos fui entrevistado por varios oficiales de la Contra Inteligencia Militar (CIM), conocidos y no conocidos. Todo el tiempo mantuve el argumento de la seguridad de los vuelos y en ningun momento se me ocurrió decir absolutamente nada sobre lo que había visto, ni lo que había escuchado y mucho menos mencioné los nombres de Guillermo ni Almeida. Ellos podían ser unos cretinos y no conocer nada de aviación, pero a mi ya me dolían las nalgas, de estar sentado sobre un paracaídas y no iba a permitir, ni que me ocurriera un accidente, ni que me suspendieran de vuelo por motivos "ideológicos". Estoy relatando un hecho que ocurrió en la segunda mitad de la década de los setenta. Escuché decir que el informe que redacté había llegado al Estado Mayor de la DAAFAR y que allí se había formado tremendo revuelo. Por supuesto que tampoco me interesé mucho por el revuelo. A mi lo único que me interesaba, era que pasara el mal momento y me dejaran tranquilo, pues por esa época tenía fama de ser bastante bocón. El guajiro Benigno Gonzalez Cortes me había puesto el mote de "Tres Pasos", por el veneno que destilaban mis argumentaciones.

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