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Cuba en Sucesión

Fidel Castro, Israel, Irán, Corea, Japón y la guerra nuclear

Fidel Castro, Israel, Irán, Corea, Japón y la guerra nuclear

Dice Fidel Castro que no le ha quedado otra “alternativa” que escribir dos “reflexiones” sobre Irán y Corea. Mejor hubiera sido que mantuviera silencio o se dedicara a “orientar” y “dirigir” a su “partido”, de forma tal que “logren” mejorar el nivel de vida del pueblo cubano.

Para Fidel Castro, el gobierno de Irán no mantiene una conducta fanática. Vamos, que no son extremistas islámicos. Sin embargo, cataloga de fanático al Estado de Israel.

Sin tener una prueba que lo avale, considera que el Estado de Israel es una potencia nuclear, mientras que Irán, que enriquece uranio, es un manso cordero al cual el lobo imperialista pretende comer.

Que sepamos, ninguno de los dos gobiernos acepta el control de la ONU y mucho menos de la superpotencia americana.

A mediados del siglo XIX, Israel formaba parte del Imperio otomano y estaba poblado principalmente por árabes musulmanes (algunos de ellos, beduinos), árabes cristianos, así como judíos y otros grupos minoritarios. En 1844, los judíos se constituyeron en el grupo de población más grande (y en 1890 una absoluta mayoría) en varias ciudades, siendo Jerusalén la más notable. Adicionalmente a las comunidades judías religiosas tradicionales, en la segunda mitad del siglo XIX se comenzó a observar un nuevo tipo de inmigrante judío, el cual era secular y socialista y que intentaba reclamar la tierra trabajándola. De esta forma surgieron comunidades tales como Mikveh Israel en 1870, Petaj Tikva an 1878, Rishon LeZion en 1882 y otras comunidades agrícolas. Al finalizar el siglo, León Pinsker y Theodor Herzl tomaron la iniciativa de buscar el apoyo internacional para lograr una patria judía en Palestina, si bien ninguno de los dos consideraba a Palestina como la única región para el estado judío. En 1897 se llevó a cabo el Primer Congreso sionista en donde se proclamó la decisión de establecer una patria para el pueblo judío en Eretz Israel.

La Declaración de Balfour de 1917 afirmaba que el gobierno británico veía favorablemente el establecimiento de la patria judía en Palestina, en el entendimiento que esto no perjudicaría los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías en Palestina. Esta declaración contó con el respaldo de varios países, incluyendo los Estados Unidos, y se convirtió en un documento importante después de la Primera Guerra Mundial cuando la Sociedad de Naciones le asignó al Reino Unido el mandato sobre Palestina.

La inmigración judía creció moderadamente durante los años 1920, aumentando sustancialmente en la década de los 30, debido a la turbulencia en Europa y la persecución de los nazis. Esto duró hasta 1939 cuando Gran Bretaña impuso una restricción casi total a dichas inmigraciones.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los británicos anunciaron su intención de retirarse de Palestina. La Asamblea General de las Naciones Unidas propuso el 29 de noviembre de 1947 la partición de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío, quedando Jerusalén bajo la administración de las Naciones Unidas. La mayoría de los judíos en Palestina aceptaron esta decisión, pero no así los musulmanes, quienes la rechazaron.

La violencia entre las comunidades judías y musulmanas estalló inmediatamente en forma de guerra civil. Al anunciarse el final del mandato británico en Palestina, los judíos planearon declarar un estado independiente, lo cual los musulmanes estaban determinados a impedir. El 14 de mayo de 1948, el último de los soldados británicos abandonó Palestina y los judíos, liderados por David Ben-Gurión, declararon en Tel Aviv la creación del Estado de Israel, de acuerdo al plan previsto por las Naciones Unidas.

La guerra de independencia de Israel:

La guerra se combatió a lo largo de todas las fronteras del país: contra el Líbano y Siria en el norte; Irak y Transjordania - que pasó a llamarse Jordania durante la guerra - en el este; Egipto, asistido por contingentes de Sudán en el sur y palestinos, y voluntarios de los países árabes en el interior del país.

El plan de las Naciones Unidas (1947):
Contemplaba la división de Palestina en dos países independientes y la conversión de Jerusalén en ciudad internacional, fue aceptado por los judíos palestinos y rechazado por los musulmanes palestinos. Gran Bretaña había fijado el 15 de mayo de 1948 como fecha de entrega de su mandato, pero el 14 de mayo se proclamó el Estado de Israel. Los países musulmanes vecinos invadieron inmediatamente Palestina. Cuando finalizó la batalla, con un armisticio en abril de 1949, los israelíes habían ganado para su nuevo estado una extensión mucho mayor de la que habían propuesto las Naciones Unidas. A partir de entonces y hasta 1967, las fronteras de facto de Israel fueron las líneas de demarcación señaladas por el armisticio, si bien durante la guerra de Suez (1956) Israel ocupó temporalmente la mayor parte del Sinaí.

La Guerra de los Seis Días (5-10 de junio de 1967) significó una aplastante derrota para Egipto y sus aliados y dio a Israel el control de la franja de Gaza y todo el Sinaí hasta el Canal de Suez, juntamente con el territorio situado en la margen occidental del río Jordán, así como los altos del Golán sobre la frontera Siria.

Fue con la intención de recuperar estos territorios perdidos por lo que Egipto y Siria iniciaron la cuarta guerra árabe-israelí (7-24 de octubre de 1973), conocida también con el nombre de guerra del Yom Kipur porque empezó el día de la expiación.

Cuando ambos lados aceptaron la llamada de las Naciones Unidas para un alto el fuego, los israelíes se encontraban ya a muy poca distancia de Damasco, la capital Siria, y, atravesando el Canal de Suez, habían penetrado también en Egipto hasta las proximidades de los lagos Amargos, al tiempo que los egipcios habían irrumpido entre las líneas defensivas israelíes a través del canal y habían penetrado en el Sinaí.

Los diplomáticos soviéticos tomaron la iniciativa en la defensa de la resolución, y el gobierno de la URSS proporcionó armamento y ayuda militar al sionismo para sofocar las revueltas de las poblaciones que intentaron defenderse y contra la débil operación de los ejércitos árabes que, liderados por el rey de Jordania, penetraron por el sur del territorio palestino.

El apoyo combinado del imperialismo norteamericano, la URSS y los restos del colonialismo inglés, concluyó con la declaración del Estado Sionista de Israel en Mayo de 1948, en un territorio mayor que el decretado por la resolución de la ONU.

La URSS se apresuró a reconocer el nuevo estado y a defender su integración en la ONU ante los países que se oponían, en parte por intentar mejorar su relación con el imperialismo, y en parte para conseguir consolidar algún punto de control en la zona. Aspiraba, además, al cumplimiento del acuerdo con los aliados que le permitiría tener una base naval en los Dardanelos. Pero esos planes fracasaron.

Aun siendo culpable de infinidad de errores, atropellos y cuantas acusaciones se le puedan endilgar, el Estado de Israel es consecuencia y aprobación de la Organización de Naciones Unidas.

Constituye una falsa profecía de Fidel Castro, decir que Israel posea cientos de cohetes con ojivas nucleares que amenazan la seguridad de todos los Estados de la región y que según él, “pueden caer a pocos metros de sus objetivos”. Carece de pruebas que avalen semejante afirmación.

La chochez de Fidel Castro hace de la mentira su mejor virtud. Se olvida del asesinato, en aguas internacionales, de cuatro cubanos pertenecientes a la organización “Hermanos al Rescate” y sin pudor alguno cataloga de “brutal ataque” la interceptación de una flotilla (donde fueran asesinadas 9 personas), que incumpliendo las leyes internacionales pretendían violar la soberanía del Estado de Israel, pretextando llevar ayuda humanitaria a la bloqueada franja de Gaza.

La inmensa mayoría del pueblo de Cuba invierte su tiempo y lucha para enfrentar las necesidades que le impone el régimen corrupto de los hermanos Castro Ruz. Lo peor es que el pueblo cubano no tiene posibilidades de confrontar información sobre lo que está ocurriendo en el planeta. Al cubano se le ve preocupado y desconfiado, sin esperanza de futuro. Han perdido la fe en los que supuestamente se encargarían de buscar soluciones y que sin embargo les han creado la inmensidad de problemas que les agobian.

Es imposible entender que Fidel Castro pueda alegrarse de nada y en lugar de dedicarse por completo a resarcir el daño que le ha inflingido a su propio pueblo, gaste lo que le queda de vida en ser “observador privilegiado” de unas supuestas amenazas que nada tienen que ver con Cuba.

Fidel Castro cataloga de “extrañísimo invento” que Corea del Norte haya hundido la corbeta surcoreana Cheonan, donde murieran 40 marinos y resultaran decenas de heridos. Tan extrañísimo invento, como aquel del derribo de los aviones en aguas internacionales.

Nadie es capaz de explicar como puede ser posible para un gobierno, por muy dictatorial que sea, utilizar los mecanismos de mando para dar la orden de derribo de unas aeronaves. No de aeronaves militares. De aviones civiles. ¿Hay alguna persona que dude, que Fidel Castro dio la orden?

Para Fidel Castro no se trata de elementos de juicio. Hace mucho tiempo que el único juicio que vale es el suyo propio. Y basado en ese juicio se atreve a vaticinar el empleo del arma nuclear por parte del Gobierno “incontrolable” de Israel, aunque Estados Unidos “trate” de evitarlo.

Para Fidel Castro, la dictadura de Kim Jong Il no es demencial ni capaz de utilizar el arma nuclear que, con éxito, ha ensayado en varias ocasiones (Israel ninguna). Para Fidel Castro el régimen fundamentalista islámico de los ayatolas de Irán no es demencial, aunque la mirada esquizofrénica de Amedinayab (no sé como se escribe) así nos lo haga creer.

Haciéndose eco de un periodista, adulador, llamado Walter Martínez, Fidel Castro llegó a la conclusión que Estados Unidos ha engañado a las dos Coreas y como si fuera una vieja chismosa y bretera, formó un enredo y las ha echado a pelear.

Siguiendo el análisis de Martínez (el del parche en el ojo derecho) esto tiene mucho que ver con la base militar de Estados Unidos en Okinawa, isla japonesa que se encuentra a mil kilómetros de distancia de Corea del Sur.

Comienza de esta forma otra teoría de la conspiración, mediante el Global Research, en un artículo de Wayne Madsen, donde el periodista sospecha que el ataque a la corbeta Cheonan había sido perpetrado para que pareciera un ataque de Corea del Norte.

Es verdaderamente increíble que el anciano guerrillero sea capaz de, a partir de una información sin fundamento, elaborar una serie de “pruebas” y acusar al gobierno de los Estados Unidos de atentar contra la estabilidad del gobierno japonés, hundiendo una corbeta sur-coreana e implicando en el hecho a Corea del Norte.

Peor aun, dice que el gobierno de Obama ofende, de esa forma, a Corea del Sur. Llama hábil y rápido a Kim Jong Il y piropea al Presidente chino, llamándolo “autoridad moral”. ¡Que ridículo!

Los líderes políticos y la opinión mundial tienen una prueba más de la decrepitud y la carencia de escrúpulos que han caracterizado al decano de los dictadores del planeta.

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